EL CARISMA DE LUIS QUERBES
En los ciento cincuenta años de su muerte
P. Gerardo Soto T. , c.s.v.
Para un colegio como el nuestro, el fundador de la Comunidad Viatoriana no forma parte de elementos accidentales. Es uno de los fundamentos. Nuestro ser viatoriano nos obliga a ir a los orígenes no para reproducir lo que él hizo en su tiempo, sino para sacar de allí el impulso, la juventud, la capacidad creadora e inventiva.
Pero, ¿de qué se está hablando cuando utilizamos la palabra carisma? En los estudios y publicaciones religiosas, este término se utiliza para describir la acción del Espíritu, en expresiones múltiples pero no exactamente sinónimas: “carisma de fundación”, “carisma del fundador” “carisma institucional”, “carisma y misión”, etc. Hoy, la palabra “carisma” se utiliza para calificar la autoridad que manifiesta un jefe, religioso o no, o una personalidad sobresaliente. La variedad de significados del término hace a veces equívoca su utilización.
¿De qué estamos hablando cuando hablamos del “carisma de Luis Querbes?
En nuestro contexto viatoriano “carisma” se entiende como el don que el Espíritu Santo ha dado al P. Luis Querbes para que realice una misión especial: fundar en la Iglesia a los Clérigos de San Viator.
La época en que toma cuerpo el proyecto querbesiano se sitúa en las agitaciones sociales provocadas por la Revolución francesa (1789-1799). Tras la Revolución la Iglesia ha quedado notablemente disminuida. La Iglesia y los conservadores se empeñan en reducir la fractura provocada por esos diez años en la sociedad francesa, mientras los republicanos y los liberales intentan salvar lo que ésta ha podido traer de progreso e ideales. Francia padece un vacío espiritual y religioso que alimenta una fuerte corriente de pensamiento, que incluso pretende un mundo sin referencia a Dios. También vive las premisas del desarrollo económico y el establecimiento del sistema capitalista con todas las problemáticas que esto pueda producir en determinadas clases sociales. El país toma conciencia del retraso y de las graves carencias del sistema escolar y el mundo de la educación se convierte en el campo de batalla entre liberales y contrarrevolucionarios.
ANUNCIAR A JESUCRISTO. LA CATEQUESIS
Leyendo los escritos del P. Luis Querbes, viendo sus reacciones, siguiendo las etapas de la fundación una cosa es evidente: da vida a un proyecto sobre un imperativo “anunciar a Jesucristo”; o como él mismo dice: “evangelizar a Jesucristo”.
Las sucesivas redacciones de sus estatutos son claras: la institución que ha proyectado y que funda será para enseñar “la doctrina cristiana”, según la expresión del tiempo. Incluso en los estatutos aprobados civilmente, se desliza una referencia explícita a esta exigencia. En otra parte, hablando de la formación de los futuros viatores, hace esta mención: “se les instruirá sobre todo en la doctrina cristiana de la que deberán tener conocimiento profundo, ya que ellos mismos están destinados a dar lecciones de ella”. A partir del verano de 1833, el P. Luis Querbes resume el fin de la sociedad en esta fórmula “La enseñanza de la doctrina cristiana y el servicio del santo altar” Y lo explicita en los estatutos: “Sea cual fuere la vocación particular del catequista… en cualquier posición en que se encuentre, no deberá descuidar ninguna ocasión de evangelizar a Jesucristo, sobre todo en los pobres…”
La caridad pastoral del párroco de Vourles ha sido interpelada: “La Revolución había hecho desaparecer –observa – hasta los vestigios de los elementos que procuraban la educación cristiana de los pobres en las parroquias…” Y no se queda satisfecho con observar: “Una institución importante viene reclamada desde hace mucho tiempo por la necesidad inminente de instrucción religiosa, de la cual las pequeñas parroquias del pueblo están privadas, y por el deseo de gran número de párrocos…” Y se ofrece para animar esta institución. Sus observaciones, sus proyectos, no son motivados por la política, sino por una constatación dolorosa: “Los niños reclaman pan y nadie se los da” (Lam 4,4)
Los pobres
“Hace falta una educación religiosa, escribe el P. Luis Querbes a Monseñor Donet, no solamente en las ciudades y en los pueblos donde los Hermanos de las escuelas Cristianas pueden abrir numerosas escuelas, sino también en pequeñas parroquias donde solamente puede ir un profesor aislado. Es sobre todo esta laguna la que nuestra institución está llamada a colmar”.
Los catequistas están destinados a los pobres y van a buscarlos. No se fundará ninguna escuela en la ciudad, en Lyón. Aunque se abran algunas en pequeños centros, se trata de centros industriales donde la población vive en condiciones desfavorables, o bien se trata de una obra a favor de los pobres.
Los niños y jóvenes
Los primeros catequistas que se adhirieron al Instituto fueron profesores que ejercían, en algunos casos desde hacía mucho tiempo. Los jóvenes que iban viniendo a formar parte del proyecto de Luis Querbes fueron formados en Vourles y enviados para encargarse de las escuelas. Los catequistas debían tener una profesión para vivir. Era necesario también buscar, recoger a los niños allí donde se encontraban, en la escuela. El P. Luis Querbes se apoya en el medio cultural que está en plena expansión en su época: abre escuelas, trata con el Ministerio de Educación de aquella época, publica manuales escolares, escribe un manual de pedagogía. Desea que los catequistas sean buenos profesionales pero también que no olviden lo esencial: “Aunque la Doctrina cristiana sea el objeto principal de la instrucción dada en nuestras escuelas, y que ella debe dominar y penetrar todas las partes de la enseñanza, éstas, a pesar del rango secundario que ocupan en ella, no deben ser jamás descuidadas”.
La colaboración en la pastoral.
En Vourles, el P. Luis Querbes conoció y acogió en su casa al joven Pierre Magaud y lo formó, según él mismo nos cuenta, como su “cantor, sacristán, catequista, comensal y compañero”. Como hombre práctico, pensó beneficiar a sus hermanos aislados en las parroquias, tan desprovistas como la suya, de personas que estarían cerca de ellos y participarían activamente en el servicio parroquial.
El P. Luis Querbes quiere, por consiguiente, proporcionar a los sacerdotes unas personas que colaboren en la transmisión de la Palabra, en la celebración de la liturgia, en el cuidado material de la iglesia; y todo con un espíritu de servicio y de iniciativa, es decir con un verdadero sentido eclesial: como su patrono, Viator, lector ante el Pueblo de Dios y estrecho colaborador de su obispo. El P. Querbes no intentó dotar a su institución de una actividad propia, hacer una corporación cerrada en sí misma. Al contrario, llegó incluso a proyectar a estos colaboradores, asociados “bajo la dirección directa (del obispo) y enviados a los párrocos un poco como los coadjutores”.
CONCLUSIÓN
Somos convocados por un mismo proyecto eclesial, el proyecto viatoriano, comprometidos y compañeros en la misma misión, una misión compartida. En el pasado reciente, la colaboración venía en términos de suplencia por la carencia de religiosos necesarios para el desarrollo de las actividades, ahora nace por la exigencia de compartir las responsabilidades, no sólo en la gestión de las obras, sino sobre todo en la aspiración de vivir aspectos y momentos específicos de la espiritualidad y de la misión de la Congregación.
En un clima de comunión podemos encontrar una renovada experiencia de fraternidad evangélica, de mutuo estímulo y animación carismática, en una complementariedad siempre respetuosa de la diversidad. Cuando se profundiza la comprensión del carisma siempre se descubren nuevas posibilidades de actuación.